miércoles, 16 de agosto de 2023

Tenemos que defender la comunicación como derecho humano

Hay que sostener la comunicación como un derecho humano y promover la soberanía comunicacional.  Dejar sujeta al libre mercado la generación y distribución de la información atenta contra la democracia. La información es un bien público, por lo que se debe proteger su producción y esto debe alcanzar a los medios privados, públicos y autogestivos.

 

Ante el neo-imperialismo tecnológico del capitalismo de vigilancia y los avances de la derecha en el país -que demoniza a comunicadores, pequeños medios y organizaciones sociales, que gestionan microemprendimientos comunicacionales-  es trascendental que los trabajadores y trabajadoras de la prensa sentemos posiciones claras.

El escenario es distópico. La educación, la salud y la comunicación devienen meras mercancías producto del espíritu de época capitalista que avanza en profundizar la desigualdad. El programa está en marcha a nivel global y Argentina resiste, como puede, los embates. Pero el escenario se oscurece cada vez más. El avance de los reaccionarios de derecha podría profundizar la destrucción de derechos trascendentales que el Estado debe garantizar.

En ese marco, el debate por el derecho humano a la comunicación queda opacado, en un segundo plano, pero no por ello es menos fundamental su discusión.

Para sostener la comunicación hay que afirmar que la comunicación es un derecho humano que el Estado debe proteger. El derecho a la comunicación es el acceso a la información y al conocimiento, sin someterse a Leyes del mercado y permitiendo la libre expresión y para ello el Estado debe proteger su producción y esto debe alcanzar a los medios privados, públicos y autogestivos.

Para avanzar hacia una soberanía comunicacional (que implicaría un nuevo mapa de medios) tenemos que abrir profundos debates que hoy están en un largo letargo por intereses corporativos.  La comunicación hoy enfrenta varios problemas: su financiamiento (sobre todo), su promoción, los intentos de colegiación, la concentración en la generación de contenidos y el monopolio en su actual distribución.

Ante el capitalismo de vigilancia, donde la experiencia queda subyugada por mecanismos de merado (donde hay un disciplinamiento controlado y una permanente disputa de sentido sobre la construcción de la subjetividad) el Estado debe sostener y promover los pequeños medios de comunicación, los medios públicos y los autogestivos.

Durante el kirchnerismo se implementó una clara política pública con la Televisión Digital Abierta y de promoción de medios de comunicación sindicales, universitarios y de organizaciones sociales, pero, también, se persiguió a quienes pensaban distinto. El gobierno de Mauricio Macri, al igual que el kirchnerismo, intentó callar ahogando a los medios y comunicadores cerrando el grifo publicitario y modificando por Decreto la Ley 26.522 de Servicios Audiovisuales, en los artículos que evitaban la concentración.

En la actual gestión nacional no hay una política de medios calara y en Entre Ríos no hay un solo proyecto de promoción y protección de medios de comunicación locales, sino que quedó claro en la campaña política que la mayoría de los candidatos prefieren la publicidad y propaganda de las redes sociales a estimular y acompañar a empresas locales.

Ahora, algunos legisladores hablan de proyectos que presentarían antes de irse (de una regulación de la pauta oficial), pero esas iniciativas naufragarán si no se plantean en el marco de una política acabada que hable de la promoción de la comunicación como derecho humano.

El debate sobre la comunicación como derecho humano se inscribe en una discusión más compleja, ante el avance de las Tecnologías de la Comunicación y la Información (Tics) y el impacto en la construcción de subjetividades de las grandes corporaciones a través de las redes.

Ante esa trama, los empresarios, universidades, trabajadores, funcionarios y legisladores deben sentar las bases para que la comunicación, sea también, una cuestión de Estado y no de publicidad y propaganda.

domingo, 28 de junio de 2020

Bordet y su copa

El gobernador Gustavo Bordet ajusta sobre el proletariado y la pseudo burguesía, pero no toca a la nobleza de toga y sostiene oscuras adjudicaciones por vía de excepción.
Es que impulsó la continuidad de un plan de ajuste que expone orgulloso. Un gobernador “delfín” del kirchnerismo devenido en funcionario del PRO (durante los cuatro años del macrismo) y autopercibido “peronista pseudoprogresista” en esta gestión.
Rodeado de sicofantes y blindado por panegiristas, el gobernador monta una farsa con buena prensa, para legitimar un brutal ajuste que se profundizará y prorrogará in aeternum.
El ajuste es por goteo: primero le quitó derechos a los municipales y colectiveros (Ley 10774); después redujo horas de trabajo en la administración, recortó viáticos a los empleados públicos y sobrecargó a los pocos empleados de salud; también, congeló los sueldos, con una pérdida descomunal del poder adquisitivo; y, ahora, este nuevo programa cae sobre la pseudoburguesía agraria y los trabajadores, a quienes les arrancará derechos adquiridos.
A eso se suma que su gestión desfinancia sistemáticamente la educación y salud pública, trasladando recursos a los privados. En educación, las escuelas “públicas de gestión privada” forman cuadros políticos contra los ideales de la Ilustración y, además, intensifican la falsa consciencia de una escala social inexistente, ya que generan desigualdad educativa entre quienes “caen en la escuela pública” y quienes pagan “dos pesos” para tener clases todos los días.
En políticas de Estado, en lo que va de su gestión, Bordet tiene un vacío ideológico y político trascendental. No existen programas reales de Comunicación y Cultura; no hay un proyecto educativo; no hay atención primaria de la salud, los hospitales están colapsados; no hay perspectiva de género; no hay recursos para mejorar realmente la vida de los niños, niñas y adolescentes; los adultos mayores son olvidados; no hay prolíticas de arraigo rural y de producción; no hay un programa real de turismo; no hay un programa efectivo de uso y conservación de suelos; no existe una perspectiva que piense al medio ambiente como algo con lo que debemos convivir y no destruir (como impuso el viejo ideal de la razón instrumental que hoy sostiene al capitalismo).
En ese marco, Bordet habla de “transparencia” y se jacta del repliegue del Estado, lo que implica reducción de derechos y no “optimización de recursos”. En ese marco, Bordet sostiene oscuras adjudicaciones por contratación directa y solo tiene una relación endogámica, ya que solo habla con la nobleza de toga que lo rodea (que cobra miles de pesos en contratos millonarios en todos los poderes del Estado).
Guiado por Ἄτη, Bordet maneja un barco que no tiene rumbo y no dejará ninguna huella trascendental en la historia de la provincia. Solo un administrador que no quiso cambiar las cosas. Uno más que ajustó y maltrató a su pueblo sin pensar en un proyecto que trascienda sus gestiones. Solo él y su copa recordarán cuando sostenía el báculo que le regaló Urribarri.

jueves, 21 de julio de 2016

Ser “PRO”; entre la “felicidad” y la renuncia a la libertad

La sigla de Propuesta Republicana (PRO) no es una coincidencia, su significado al igual que la campaña llamada ‘revolución de la alegría’ (que devino en un gobierno de facto conservador) tensiona lo discursivo con la práctica y convoca a las masas por el miedo y el odio. Por Renzo Righelato*.

Según el diccionario de Latín VOX, prȯ es una preposición de ablativo que puede significar, entre otros usos, “por”, “en virtud de…”; “en defensa de…”; “en sustitución de…”. La Real Academia Española (RAE) explica que en castellano pro viene del latín vulgar  prode ‘provecho’ y este del latín prodest “es útil”.  Pro, puede ser “una ventaja favorable”; “provecho o utilidad”; puede significar (según la relación sintagmática) una locución adjetiva de una persona que cumple puntualmente sus obligaciones o se distingue por sus buenas cualidades; o, también, puede ser una locución propositiva “a favor de…”.
Ingenuo sería pensar que quienes gobiernan el país no maquinaron finamente su imagen; una       “revolución de la alegría”, un concepto apreciado por el movimiento obrero y el socialismo utilizado para llevar adelante la contra-revolución, la restauración de aquel orden cuestionado en el 2001, proceso que inició el kirchnerismo y continuó su fiel legatario el PRO.
Para estar en el poder se valió del odio (como ahora pasa en Estados Unidos entre Republicanos y Demócratas y como pasó en Inglaterra ante el Brexit) ocultando su profunda matriz ideológica con la farsa del fin de la ideología. Sus globos de colores, la música y sus discursos vacíos que componían una escena calculada sugerían un estadio de felicidad como el fin en sí, el telos, una propuesta hedonista (bien contemporánea) en contraposición al imperativo categórico de la historia: la libertad.
La sigla fue parte de la composición, no fue algo naíf, ya que “ser pro” reflejaría, conceptualmente, un estado ideal del ciudadano ante las Leyes, como hijos de su tiempo.
No hubo farsa. El Estado ideal del macrismo es el orden del status quo, que su antecesor contuvo, al mejor estilo peronista “pseudo-bonapartista”, conciliando las clases, aunque discursivamente se ideó un enfrentamiento con la burguesía y el clero (por momentos).
La propuesta de Mauricio Macri no es más que una profunda radicalización del traslado del capital de los asalariados a los dueños de los medios de producción; un fuerte ajuste sobre la clase trabajadora que implicó la pérdida del poder adquisitivo, el aumento de la tasa de desempleo y el paro.
El gobierno ya deviene en un movimiento de masas que odian “a los pobres que tiene planes sociales”, que reivindican a los genocidas del golpe de Estado cívico-militar-clerical del ’76, que incluyen en reuniones a militantes neonazis, que obligan a los que menos ganan a hacer un “sacrificio” por la Nación mientras las arcas de los que más tienen se siguen llenando.
La pugna entre el peronismo y alianzas antiperonistas (ambos conservadores) siempre tiene la misma fortuna y son movidos  por la criminalización del “otro” y el miedo a la pérdida.
Pero lo grave de este cuadro es que la paradoja se presenta en el seno de la clase trabajadora que quiere ser PRO y “alegre”, ya que renuncia a su identificación con el que menos tiene por una falsa representación (falsa-consciencia) impuesta (acrítica) con el azote de los medios masivos de comunicación.
Son los trabajadores quienes sufren el síndrome de Estocolmo, son ellos los que reeligen su propio martirio, su victimario, porque prefieren la “felicidad” a libertad, entendida como auto gobierno, autonormatividad y derecho a la palabra, i.e., autodeterminación.
* Renzo Righelato, director periodístico de AIM.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Los reaccionarios minan la emancipación del ciudadano

Los gobiernos nacional y provinciales avanzan sobre la laicidad en las escuelas públicas, instalan en una feria de ciencia un día destinado a la revelación divina, financian la religión y desarticulan las escuelas públicas como estrategias de vaciamiento ideológico. La Bildung es acorralada por mercenarios con falsa conciencia que se arrodillan ante el capital y la religión.


La violencia está naturalizada. El Estado argentino profundizó en estos doce años la alianza con uno de los Estados monárquicos más perversos que utilizan la debilidad del sujeto para subordinarlo al pensamiento mágico, i.e., el Estado del Vaticano de la Iglesia Católica Apostólica Romana.
El discurso populista del kirchnerismo y el del fin de la ideología del PRO tienen los mismos objetivos: destruir las instituciones públicas, eliminar el pensamiento crítico y fomentar los negocios con sus aliados históricos. Los paradigmas son los mismos, los grandes conciertos nac&pop y el farandulismo con globos de colores y un aire ‘canchero’ buscan entretener a las masas como el fútbol y la religión.
Pero detrás de las cadenas adornadas con flores existe una trama estratégica que no sólo destruye la libertad del sujeto sino que oculta negocios multimillonarios como la mercantilización de la educación financiada por el propio Estado, las exorbitantes exenciones para el clero, los subsidios para la casta religiosa y los salarios pagados a panegiristas de la religión.
Cada vez más lejos estamos de la Bildung, ya que los dirigentes políticos reforzaron el connubio con la religión y se animan a llevar al absurdo su propia hipocresía, como se observó en Tecnópolis con el festival “Jesús Fest”.
Pero no sólo se trata de que religiosos tomaron la supuesta exposición científica más importante del país sino que eso es un síntoma de toda la tragedia.
El gobierno está dispuesto a destruir la disyunción burgués/proletario fomentando la educación pública de gestión privada que tiene la conjunción más nociva para la democracia: religión y mercancía. Es el mismo Estado quien fomenta la desigualdad y se desliga de su responsabilidad de formar al ciudadano, ya que terceriza el derecho a enseñar y aprender, fomenta instituciones que imponen ideologías en contra de sus propios intereses y las defiende con el argumento del relativismo cultural. Esta estrategia no sólo destruye la libertad de pensar al imponerse dogmas religiosos en las escuelas, sino que se magnifica la brecha en el imaginario entre “los pobres” y  “los no tan pobres” que van a la escuela pública y la autopercibida “clase media”, que envía a sus hijos a escuelas públicas de gestión privada o escuelas privadas en el país.
La idea de la paideia (παιδεια),cuyo fin (τέλος) es la areté (ἀρετή), está aún más amenazada, ya que el kirchnnerismo llegó a su propio límite. A 131 años de la sanción de la histórica Ley 1.420, que garantizó la enseñanza gratuita, obligatoria y laica en todo el país, el Frente para la Victoria desechó la norma completa y así, le abrió la puerta a la introducción de la religión en los colegios del Estado. La comedia ahora devino en tragedia, ya que las Leyes son hijas de su tiempo y la oscuridad comienza a expandirse nuevamente en el cielo de esta Nación.
Pero el connubio también se despliega económicamente, ya que el gobierno exime de impuestos al Estado del Vaticano, i. e., a la Iglesia Católica en todo el país y no sólo eso, sino que paga a sus funcionarios más de 82 millones de pesos en sueldos en base a Leyes que tienen sustento de matriz dictatorial. La ley 21.950, que estableció la asignación mensual a dignatarios católicos, fue dictada por Jorge Rafael Videla y confirmada por el ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz. Los mismos “demócratas” rubricaron la ley 22.161 que previó una asignación mensual a curas párrocos de frontera. La ley 22.950, firmada en octubre de 1983 (ya de salida) por el “republicano” Reynaldo Benito Bignone, impuso el “sostenimiento para la formación del clero de nacionalidad argentina”. Sucesivos gobiernos democráticos, incluido el actual, no introdujeron cambios relevantes en esas normas.
Para cerrar la tríada el gobierno también legitima su violento vínculo con el patriarcado, ya que el nuevo Código Civil argentino establece que “la existencia comienza desde la concepción”, se prohíben las prácticas destinadas a alterar la constitución genética y garantizar el derecho a conocer la procedencia biológica de los espermas.
El hombre también es hijo de su tiempo, pero en Argentina por ignorancia, negocios y especulaciones políticas, las premisas de Aufklärung que derrotó al clero y la nobleza son desechadas no sólo por los sujetos que prefieren creen en un dios o en figuras paganas para mitigar el dolor del sujeto yecto en el mundo, sino por el Estado supuestamente encargado de garantizar su libertad y sus derechos, que es lo siniestro.
Ante esta compleja trama nos debemos preguntar: ¿Por qué la burguesía abandonó la pugna con la religión? ¿Por qué el Estado de clase abandonó sus propias banderas? ¿Por qué los sujetos prefieren ser engañados por argumentos infundados en vez de enfrentarse con el sujeto yecto que tiene sus pulsiones en el deseo de conocer?

¡Ahí estará esa rosa!

Llegó a un pequeño pueblo y se enteró que había una mujer que podía leer su destino. Quería saber;  deseaba conocer qué mundos posibles había para él. Tan afortunado, tan poderoso, tan solo. Se ocupó de rastrear a esa mujer con su famoso anillo. Estaba cansado pero no se iba a rendir. Se detuvo en un bar,  y junto a él se sentó una dama con pechos prominentes, gorda, bien vestida.

—Se equivocó de asiento —dijo él, engreído.
—No me confundí —respondió firmemente ella—. Anoche soñé que me buscabas y que algo te iba a pasar.
—¡Ah! sí, justo a usted estaba buscando —respondió y miró su impresionante anillo de cobras-. ¿Qué me puede decir usted que yo no sepa? –preguntó.
 Frau Frida lo miró y le dijo con convicción:
—Soñé con vos. Tenés que saber que sos responsable de tu propia fortuna, pero… ¡atención! algo te pasará.
—¿Qué me podría pasar? —preguntó intrigado el moreno, que tenía un peinado que parecía fijado con lengüetazos de vaca.
—En mi sueño vos encontrabas una flor envuelta en seda, adornada con diamantes.
—¿Será una nueva estrella para el circo? —preguntó intrigado, apelando a Frau Frida para aclarar esa afirmación ambigua.
—No. Vos, que logras siempre lo que te propones, vas a conocer a alguien esta noche, que nada tiene que ver con tu actual vida, que forma parte de un mundo que no conoces.
—¡Ja! Imposible –sonrió irónicamente–, todas las mujeres que quiero las tengo. No necesito una, las tengo a todas, sin importar la ciudad en la que esté.
—Pero esta mujer no es igual a las otras, te obligará a replantear tu vida; te forzará a tramar lo más maravilloso que una mujer jamás podría pensar.
—Descarto esa posibilidad, no tengo tiempo para estar con una sola, no puedo estancarme –afirmó él, quien no estaba dispuesto a abandonar su vida nómade, como lo hizo su padre.
—Claro que vos podrías evitar ese camino, pero si tus pasos son precisos ella estará ahí y no sabrás cómo conquistarla. Por más cosas que le compres, todos tus intentos serán en vano y todos tus esfuerzos inútiles, si tu verdadero ser se vela detrás de un disfraz y la arrogancia del dinero.
   Confundido se levantó, pagó y se fue.

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Frau Frida, es un personaje de Me alquilo para soñar. El autor del cuento es Gabriel García Márquez.
Horacio Fortunato es el personaje principal de Regalo para una novia, de Isabel Allende.

martes, 19 de marzo de 2013

Ahora la Iglesia transparentará su connubio con el Estado

Los dirigentes que gobiernan nunca cortaron lazos realmente con la Iglesia Católica, ya que si bien se avanzó en algunas normas hay una variable fundamental que no se reformó: la económica. Pero ahora el doble discurso se cayó y el impacto del Monarca demagogo en la política de una república de sujetos con falsa consciencia podrá ser nefasto. El imperialismo de la religión universal (καθολικός) arrodilla a millones de sujetos que creen en un monarca. Lamentablemente, la demagogia del Rey del Estado del Vaticano traerá profundas consecuencias en la política de la Nación Argentina, ya que ahora están dadas las condiciones de posibilidad para que los conservadores refuercen sus discursos por los que instan “a la paz y el diálogo” y a una ética religiosa que siempre perjudica a la clase obrera. Más allá del retroceso que implicará que Argentina ahora tenga un nuevo monarca, hay que aclarar que en el país no hubo un enfrentamiento real entre la Iglesia y el Estado nacional; esa falacia fue construida por la oposición y reforzada tanto por el oficialismo como por la misma institución religiosa que se mostraron distantes en algunos temas normativos liberales, pero en el fondo las relaciones siguen intactas, porque el Estado de Derecho argentino ampara económica e impositivamente a la Iglesia y eso no es igualdad. Son millones de pesos los que se gastan en sueldos para funcionarios del Estado del Vaticano (curas); se pierden millones de dólares por exenciones impositivas; se otorgan subsidios para reparar o erigir monumentos de un gobierno extranjero; y se financia la desigualdad en la educación pública de gestión privada, para reforzar la idea de ascenso social (fragmentando a los pobres con una nueva clase: la media y, así, romper la verdad de la lucha de clases). Esta cartografía nos permite inducir que ahora la religión en el país transparentará sus lazos con el Estado y no sólo exigirá que se sostengan tratados firmados en la última dictadura cívico-militar -cabe recordar que la relación con el fascismo también se observa en la Italia de Benito Mussolini que hizo reconocer el Estado del Vaticano, avanzó en beneficios impositivos y se entregaron millones de dólares para ayudar al representante de la Idea de dios-, sino que intentará recuperar el ‘rebaño perdido’, que podría implicar el retroceso en las pocas leyes y protocolos liberales que se aprobaron en los últimos años. “Los vientos del fin del mundo” desprecian la ciencia y la libertad en sí, valoran la revelación y las relaciones estamentales, legitiman el sufrimiento generado por el mercantilismo que los ayudó a expandirse para la salvación del sujeto (kairos), es decir, naturalizan la dictadura del capital y de las relaciones de producción, por lo que su límite es la distribución de la riqueza y eso no es igualdad. Dios es el eco de nuestro grito de dolor, afirmó Feuerbach, por lo que los pobres y los devotos sumidos en el temor a la vida por sus culpas (Schuld), educados bajo la cruz de la Iglesia y no bajo un programa cognitivo emancipador, son el objetivo. Lo positivo del Monarca es que su designación develó el doble discurso de los representantes del pueblo, por lo que ahora sabemos ante quiénes y en qué condiciones nos enfrentamos, ya que su relativismo cultural no es más que una máscara que legitima la desigualdad.

lunes, 23 de abril de 2012

La falsa consciencia de la religión y el populismo de Ignacio

No estamos en la Edad Media, ni el modo de producción es feudal, sin embargo las masas tercermundistas fieles al pensamiento mágico se agolparán en la farsa de un hombre que dice curar a la gente sin recurrir a la ciencia, una estafa. Las religiones son parte del pensamiento hegemónico que hay que abandonar, sin embargo en el tercer mundo donde la pobreza predomina y la ignorancia hunde sus raíces en las tradiciones, el hombre niega su bien más preciado: niega la libertad. Libre no es el hombre que más se acerca a la Idea de bien, sino aquel que conquista su propia libertad en el mundo terrenal, haciéndose cargo de la existencia y repudiando la ideología de la clase dominante. Miles de personas serán estafadas por un sujeto que hace creer a los desesperanzados que tiene “superpoderes” para sanar a la gente que padece enfermedades lo que podría llegar a ser una estafa, que podría implicar una denuncia penal. Los fieles, el rebaño acrítico inerte, masificado, peregrinará en Paraná para deleitar su mediocridad. La triste fe de los despojados y los cómodos será el consuelo de una farsa que les promete bienestar sin otorgárselo; será un festejo sin fundamentos, será una movilización sin objetivos, no irán a reclamar derechos, a exigir que se frene la inflación, que las mujeres no sean víctimas, que se democratice la cultura o la comunicación o políticas públicas de empleo, no. Sólo irán, como en un partido de fútbol, a deleitar la mediocridad de la media aetas, pero en un mundo globalizado, en un mundo con la técnica desarrollada, en un mundo donde la razón y la historia deben imperan. Marx dijo en 1844 que “la religión es el opio de los pueblos”*, hoy hay otros narcóticos, que colaboran con la ideología dominante (entendida como falsa representación) para evitar que el esclavo se libere de su amo, para evitar la pugna por el reconocimiento. Sin embargo, eso no le interesa a la multitud, sólo intentan desesperadamente “salvarse” en el kairos, que es el tiempo cristiano de salvación. Sólo ahora quieren evitar el dolor y no pensar en la muerte. Así, Paraná, aquella ciudad de masones iluministas, capital de la Confederación, primera ciudad con una escuela normalista está a oscuras, atada a los mediocres intereses de una institución feudal, es decir, la Iglesia Católica. Paraná dejó de ser vanguardia, abandonó esas ideas ‘peligrosas’ libertarias. Paraná, no se movilizará por la libertad, sólo lo hará por la fe y la comodidad. ** “Die Religion ... Sie ist das Opium des Volkes”, en Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel.