martes, 19 de marzo de 2013
Ahora la Iglesia transparentará su connubio con el Estado
Los dirigentes que gobiernan nunca cortaron lazos realmente con la Iglesia Católica, ya que si bien se avanzó en algunas normas hay una variable fundamental que no se reformó: la económica. Pero ahora el doble discurso se cayó y el impacto del Monarca demagogo en la política de una república de sujetos con falsa consciencia podrá ser nefasto.
El imperialismo de la religión universal (καθολικός) arrodilla a millones de sujetos que creen en un monarca. Lamentablemente, la demagogia del Rey del Estado del Vaticano traerá profundas consecuencias en la política de la Nación Argentina, ya que ahora están dadas las condiciones de posibilidad para que los conservadores refuercen sus discursos por los que instan “a la paz y el diálogo” y a una ética religiosa que siempre perjudica a la clase obrera.
Más allá del retroceso que implicará que Argentina ahora tenga un nuevo monarca, hay que aclarar que en el país no hubo un enfrentamiento real entre la Iglesia y el Estado nacional; esa falacia fue construida por la oposición y reforzada tanto por el oficialismo como por la misma institución religiosa que se mostraron distantes en algunos temas normativos liberales, pero en el fondo las relaciones siguen intactas, porque el Estado de Derecho argentino ampara económica e impositivamente a la Iglesia y eso no es igualdad. Son millones de pesos los que se gastan en sueldos para funcionarios del Estado del Vaticano (curas); se pierden millones de dólares por exenciones impositivas; se otorgan subsidios para reparar o erigir monumentos de un gobierno extranjero; y se financia la desigualdad en la educación pública de gestión privada, para reforzar la idea de ascenso social (fragmentando a los pobres con una nueva clase: la media y, así, romper la verdad de la lucha de clases).
Esta cartografía nos permite inducir que ahora la religión en el país transparentará sus lazos con el Estado y no sólo exigirá que se sostengan tratados firmados en la última dictadura cívico-militar -cabe recordar que la relación con el fascismo también se observa en la Italia de Benito Mussolini que hizo reconocer el Estado del Vaticano, avanzó en beneficios impositivos y se entregaron millones de dólares para ayudar al representante de la Idea de dios-, sino que intentará recuperar el ‘rebaño perdido’, que podría implicar el retroceso en las pocas leyes y protocolos liberales que se aprobaron en los últimos años.
“Los vientos del fin del mundo” desprecian la ciencia y la libertad en sí, valoran la revelación y las relaciones estamentales, legitiman el sufrimiento generado por el mercantilismo que los ayudó a expandirse para la salvación del sujeto (kairos), es decir, naturalizan la dictadura del capital y de las relaciones de producción, por lo que su límite es la distribución de la riqueza y eso no es igualdad.
Dios es el eco de nuestro grito de dolor, afirmó Feuerbach, por lo que los pobres y los devotos sumidos en el temor a la vida por sus culpas (Schuld), educados bajo la cruz de la Iglesia y no bajo un programa cognitivo emancipador, son el objetivo. Lo positivo del Monarca es que su designación develó el doble discurso de los representantes del pueblo, por lo que ahora sabemos ante quiénes y en qué condiciones nos enfrentamos, ya que su relativismo cultural no es más que una máscara que legitima la desigualdad.
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