Los gobiernos nacional y provinciales avanzan sobre la
laicidad en las escuelas públicas, instalan en una feria de ciencia un
día destinado a la revelación divina, financian la religión y
desarticulan las escuelas públicas como estrategias de vaciamiento
ideológico. La Bildung es acorralada por mercenarios con falsa
conciencia que se arrodillan ante el capital y la religión.
La violencia está naturalizada. El Estado argentino profundizó en
estos doce años la alianza con uno de los Estados monárquicos más
perversos que utilizan la debilidad del sujeto para subordinarlo al
pensamiento mágico, i.e., el Estado del Vaticano de la Iglesia Católica
Apostólica Romana.
El discurso populista del kirchnerismo y el del fin de la ideología
del PRO tienen los mismos objetivos: destruir las instituciones
públicas, eliminar el pensamiento crítico y fomentar los negocios con
sus aliados históricos. Los paradigmas son los mismos, los grandes
conciertos nac&pop y el farandulismo con globos de colores y un aire
‘canchero’ buscan entretener a las masas como el fútbol y la religión.
Pero detrás de las cadenas adornadas con flores existe una
trama estratégica que no sólo destruye la libertad del sujeto sino que
oculta negocios multimillonarios como la mercantilización de la
educación financiada por el propio Estado, las exorbitantes exenciones
para el clero, los subsidios para la casta religiosa y los salarios
pagados a panegiristas de la religión.
Cada vez más lejos estamos de la Bildung, ya que los
dirigentes políticos reforzaron el connubio con la religión y se animan a
llevar al absurdo su propia hipocresía, como se observó en Tecnópolis
con el festival “Jesús Fest”.
Pero no sólo se trata de que religiosos tomaron la supuesta
exposición científica más importante del país sino que eso es un síntoma
de toda la tragedia.
El gobierno está dispuesto a destruir la disyunción
burgués/proletario fomentando la educación pública de gestión privada
que tiene la conjunción más nociva para la democracia: religión y
mercancía. Es el mismo Estado quien fomenta la desigualdad y se desliga
de su responsabilidad de formar al ciudadano, ya que terceriza el
derecho a enseñar y aprender, fomenta instituciones que imponen
ideologías en contra de sus propios intereses y las defiende con el
argumento del relativismo cultural. Esta estrategia no sólo destruye la
libertad de pensar al imponerse dogmas religiosos en las escuelas, sino
que se magnifica la brecha en el imaginario entre “los pobres” y “los
no tan pobres” que van a la escuela pública y la autopercibida “clase
media”, que envía a sus hijos a escuelas públicas de gestión privada o
escuelas privadas en el país.
La idea de la paideia (παιδεια),cuyo fin (τέλος) es la areté (ἀρετή),
está aún más amenazada, ya que el kirchnnerismo llegó a su propio
límite. A 131 años de la sanción de la histórica Ley 1.420, que
garantizó la enseñanza gratuita, obligatoria y laica en todo el país,
el Frente para la Victoria desechó la norma completa y así, le
abrió la puerta a la introducción de la religión en los colegios del
Estado. La comedia ahora devino en tragedia, ya que las Leyes son hijas
de su tiempo y la oscuridad comienza a expandirse nuevamente en el cielo
de esta Nación.
Pero el connubio también se despliega económicamente, ya que el
gobierno exime de impuestos al Estado del Vaticano, i. e., a la Iglesia
Católica en todo el país y no sólo eso, sino que paga a sus funcionarios
más de 82 millones de pesos en sueldos en base a Leyes que tienen
sustento de matriz dictatorial. La ley 21.950, que estableció la
asignación mensual a dignatarios católicos, fue dictada por Jorge Rafael
Videla y confirmada por el ministro de Economía José Alfredo Martínez
de Hoz. Los mismos “demócratas” rubricaron la ley 22.161 que previó una
asignación mensual a curas párrocos de frontera. La ley 22.950, firmada
en octubre de 1983 (ya de salida) por el “republicano” Reynaldo Benito
Bignone, impuso el “sostenimiento para la formación del clero de
nacionalidad argentina”. Sucesivos gobiernos democráticos, incluido el
actual, no introdujeron cambios relevantes en esas normas.
Para cerrar la tríada el gobierno también legitima su violento
vínculo con el patriarcado, ya que el nuevo Código Civil argentino
establece que “la existencia comienza desde la concepción”, se prohíben
las prácticas destinadas a alterar la constitución genética y garantizar
el derecho a conocer la procedencia biológica de los espermas.
El hombre también es hijo de su tiempo, pero en Argentina por ignorancia, negocios y especulaciones políticas, las premisas de Aufklärung
que derrotó al clero y la nobleza son desechadas no sólo por los
sujetos que prefieren creen en un dios o en figuras paganas para mitigar
el dolor del sujeto yecto en el mundo, sino por el Estado supuestamente
encargado de garantizar su libertad y sus derechos, que es
lo siniestro.
Ante esta compleja trama nos debemos preguntar: ¿Por qué la burguesía
abandonó la pugna con la religión? ¿Por qué el Estado de clase abandonó
sus propias banderas? ¿Por qué los sujetos prefieren ser engañados por
argumentos infundados en vez de enfrentarse con el sujeto yecto que
tiene sus pulsiones en el deseo de conocer?
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