viernes, 18 de septiembre de 2015

Los reaccionarios minan la emancipación del ciudadano

Los gobiernos nacional y provinciales avanzan sobre la laicidad en las escuelas públicas, instalan en una feria de ciencia un día destinado a la revelación divina, financian la religión y desarticulan las escuelas públicas como estrategias de vaciamiento ideológico. La Bildung es acorralada por mercenarios con falsa conciencia que se arrodillan ante el capital y la religión.


La violencia está naturalizada. El Estado argentino profundizó en estos doce años la alianza con uno de los Estados monárquicos más perversos que utilizan la debilidad del sujeto para subordinarlo al pensamiento mágico, i.e., el Estado del Vaticano de la Iglesia Católica Apostólica Romana.
El discurso populista del kirchnerismo y el del fin de la ideología del PRO tienen los mismos objetivos: destruir las instituciones públicas, eliminar el pensamiento crítico y fomentar los negocios con sus aliados históricos. Los paradigmas son los mismos, los grandes conciertos nac&pop y el farandulismo con globos de colores y un aire ‘canchero’ buscan entretener a las masas como el fútbol y la religión.
Pero detrás de las cadenas adornadas con flores existe una trama estratégica que no sólo destruye la libertad del sujeto sino que oculta negocios multimillonarios como la mercantilización de la educación financiada por el propio Estado, las exorbitantes exenciones para el clero, los subsidios para la casta religiosa y los salarios pagados a panegiristas de la religión.
Cada vez más lejos estamos de la Bildung, ya que los dirigentes políticos reforzaron el connubio con la religión y se animan a llevar al absurdo su propia hipocresía, como se observó en Tecnópolis con el festival “Jesús Fest”.
Pero no sólo se trata de que religiosos tomaron la supuesta exposición científica más importante del país sino que eso es un síntoma de toda la tragedia.
El gobierno está dispuesto a destruir la disyunción burgués/proletario fomentando la educación pública de gestión privada que tiene la conjunción más nociva para la democracia: religión y mercancía. Es el mismo Estado quien fomenta la desigualdad y se desliga de su responsabilidad de formar al ciudadano, ya que terceriza el derecho a enseñar y aprender, fomenta instituciones que imponen ideologías en contra de sus propios intereses y las defiende con el argumento del relativismo cultural. Esta estrategia no sólo destruye la libertad de pensar al imponerse dogmas religiosos en las escuelas, sino que se magnifica la brecha en el imaginario entre “los pobres” y  “los no tan pobres” que van a la escuela pública y la autopercibida “clase media”, que envía a sus hijos a escuelas públicas de gestión privada o escuelas privadas en el país.
La idea de la paideia (παιδεια),cuyo fin (τέλος) es la areté (ἀρετή), está aún más amenazada, ya que el kirchnnerismo llegó a su propio límite. A 131 años de la sanción de la histórica Ley 1.420, que garantizó la enseñanza gratuita, obligatoria y laica en todo el país, el Frente para la Victoria desechó la norma completa y así, le abrió la puerta a la introducción de la religión en los colegios del Estado. La comedia ahora devino en tragedia, ya que las Leyes son hijas de su tiempo y la oscuridad comienza a expandirse nuevamente en el cielo de esta Nación.
Pero el connubio también se despliega económicamente, ya que el gobierno exime de impuestos al Estado del Vaticano, i. e., a la Iglesia Católica en todo el país y no sólo eso, sino que paga a sus funcionarios más de 82 millones de pesos en sueldos en base a Leyes que tienen sustento de matriz dictatorial. La ley 21.950, que estableció la asignación mensual a dignatarios católicos, fue dictada por Jorge Rafael Videla y confirmada por el ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz. Los mismos “demócratas” rubricaron la ley 22.161 que previó una asignación mensual a curas párrocos de frontera. La ley 22.950, firmada en octubre de 1983 (ya de salida) por el “republicano” Reynaldo Benito Bignone, impuso el “sostenimiento para la formación del clero de nacionalidad argentina”. Sucesivos gobiernos democráticos, incluido el actual, no introdujeron cambios relevantes en esas normas.
Para cerrar la tríada el gobierno también legitima su violento vínculo con el patriarcado, ya que el nuevo Código Civil argentino establece que “la existencia comienza desde la concepción”, se prohíben las prácticas destinadas a alterar la constitución genética y garantizar el derecho a conocer la procedencia biológica de los espermas.
El hombre también es hijo de su tiempo, pero en Argentina por ignorancia, negocios y especulaciones políticas, las premisas de Aufklärung que derrotó al clero y la nobleza son desechadas no sólo por los sujetos que prefieren creen en un dios o en figuras paganas para mitigar el dolor del sujeto yecto en el mundo, sino por el Estado supuestamente encargado de garantizar su libertad y sus derechos, que es lo siniestro.
Ante esta compleja trama nos debemos preguntar: ¿Por qué la burguesía abandonó la pugna con la religión? ¿Por qué el Estado de clase abandonó sus propias banderas? ¿Por qué los sujetos prefieren ser engañados por argumentos infundados en vez de enfrentarse con el sujeto yecto que tiene sus pulsiones en el deseo de conocer?

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