lunes, 15 de marzo de 2010

La felicidad epicúrea como fuga

(fragmnento del Tp)
La moral de Epicuro es utilitarista; reduce al mínimo vital posible el deseo , donde el placer es la ausencia del dolor. Así el deseo es regulado por la prudencia (φρόνησις), quien conducirá a saber qué deseos aceptar y cuáles rechazar. En éste sentido, el pensador de Samos, dividió en tres los tipos de deseos: naturales y necesarios, naturales y no necesarios y los no naturales ni necesarios.

“[…]Del mismo modo hayq eu saber que, de los deseos, unos son necesarios, los otros vanos, y entre los naturales hay algunos que son necesarios; y ortros tan sólo naturales”

Los primeros son los que hacen referencia inmediata a la supervivencia y causan dolor si no son saciados de inmediato; los segundos no surgen como reacción al dolor sino que se presentan como variación del placer -los sexuales-; los no naturales ni necesarios surgen no como reacción frente al dolor ni como variación o diversificación del placer, sino como producto de la δοξα, como los honores, glorias y triunfos políticos: el reconocimiento
El pensador, aseguró que el placer es el principio y fin de la vida, pero en su sistema reivindica los primeros deseos naturales y necesarios, rescata mediante la φρόνησις los naturales y no necesarios y resigna los que interpretó que fueron generados por la mera opinión (δοξα). De este modo, φρόνησις utiliza la renuncia y el sacrificio como elementos que habilitan la αταραξία:

“El hombre quiere ser feliz. Pero lo que pone trabas a su felicidad es el temor y el deseo. El deseo porque es infinito y por lo tanto media siempre en un abismo entre el objeto que se propone y el que alcanza. El temor porque turba la paz del alma” .

Según el autor, se deben examinar los deseos, distinguir cuáles corresponden a exigencias de fondo y cuáles son adventicios, por lo que los deseos naturales y necesarios serían pocos y bastarían los bienes más simples para satisfacerlos:

“Pero esta libertad no se logra sin renunciamientos, y una de las primeras cosas a que el epicúreo debe renunciar es la acción política. La razón es clara. El hombre no se compromete en negocios públicos sino por deseo de poderío, riquezas u honores. Pero estos tres deseos nos ponen bajo la dependencia de los hombres y de la Fortuna y turban la paz del alma. Si esta es el paz, bien supremo, merece cualquier sacrificio; y la primera condición para tenerla es vivir ocultamente (λάθε βιώσας), lejos del tráfago, al abrigo de la multitud” .

Así, liberado de los dioses, el temor a la muerte y de los “vanos deseos”, el hombre lograría la felicidad, por medio de la αύτάρκεις –autosuficiencia- y la αταραξία, producto de la renuncia:

“Y, puesto que éste es el bien primero –la felicidad- y connatural, por este motivo no elegimos todos los placeres, sino que en ocasiones renunciamos a muchos cuando de ellos se sigue un trastorno aún mayor.”

Haciendo una lectura desde el psicoanálisis, el planteo de Epicuro no está basado en un principio de constancia, que se presenta como un principio económico del placer, sino que apunta a un principio de nirvana que busca una tendencia cero, una reducción absoluta, donde el sabio llega a la αταραξία por medio de un mecanismo de defensa que niega el reconocimiento de los otros y no busca el Principio de realidad, sino establece mecanismo de desconocimiento hacia objetos de deseos por medio de la renuncia:

“La razón hace que el hombre goce con medida, disminuyendo el riesgo, a fin de mantener una salud equilibrada y permanente”

Así, la negación del reconocimiento de otros objetos de deseo, plantea una tendencia a la reducción, a la constancia, a la supresión de la excitación interna , que fomenta la mutilación del placer:
“En la prédica a no exponerse a ir más allá del orden permitido, el placer es mutilado y la felicidad se cercena. Se cercena precisamente el encuentro con un “algo que viene de afuera, que es contingente, que se ofrece por sí mismo y que pertence a la experiencia feliz” .

Consecuentemente, se insta a una astucia subjetiva utilitarista, para impedir el dolor, donde según las ganancias y los perjuicios se tendrían que juzgar sobre el placer y el dolor, ya que algunas veces el bien se torna mal y el mal bien. De éste modo la φρόνησις actuaría como mediador para lograr la felicidad:

“El principio de todo esto y el bien máximo es el juicio, y por ello el juicio –de donde se originan las restantes virtudes- es más valioso que la propia filosofía, y nos enseña que no existe una vida feliz sin que sea al mismo tiempo juiciosa, bella y justa, ni es posible vivir con prudencia, belleza y justicia, sin ser feliz”

La ética de Epicuro proporciona mecanismos de defensas que tienden a reprimir aquello que podría llegar a generar un mal, donde se desconoce que gracias a que el deseo es infinito el aparato psíquico se mantiene en constante movimiento, por lo que se sostiene una mediación racional de los sentimientos:

“En Epicuro, cuando la razón se convierte en placer, o el placer se torna racional, aparece aquel ideal de sabio cuya razón (y su placer) nunca sobrepasan un cierto equilibrio, su razón actuaría sólo como cálculo de riesgo. Esta “renuncia a la pretensión de verdad se reduce a astucia subjetiva para impedir el dolor” .


De esta manera, el mecanismo de racionalización se presentaría como una distorsión cognitiva de los hechos para hacerlos menos amenazantes, donde prima la renuncia, represión y astucia para evitar, negar o rechazar deseos que conducen al individuo a un estado de serenidad superfluo; donde las relaciones carnales evitan la consolidación de vínculos afectivos, donde se rechaza al reconocimiento de los otros en las ciudades –la política como acción-; donde el conocimiento de la naturaleza tiene debe fanatizar tranquilidad y no fomentar el escepticismo y donde se sugiere la moderación en cuanto a lo que el consideró deseos naturales que aumentan el placer. Por lo que la αταραξία y la αύτάρκεις serían una fuga de la realidad que se correspondería con el principio de nirvana propuesto por Freud, donde se ve una correspondencia con la pulsión de muerte, ya que se pretende llevar la excitación a nivel cero.
El principio de nirvana es un término tomado por Freud de Barbara Low. Es una idea budista que se refiere a la no-existencia, a la nada, al vacío, donde el individuo desea la paz, evidencia de la pulsión de muerte, ya que el objetivo es escapar a estímulos en nuestra atracción, por medio de actividades de aislamiento propuesta por Epicuro -λάθε βιώσας- o a una comunidad muy reducida lejos de asuntos políticos o económicos o reprimir la posibilidad de sentimientos que generarían dolor, donde el hombre se sacrificaría en post de su felicidad eterna, pasiva.



Reflexiones finales

En el trabajo se esbozó una cartografía de del hedonismo epicúreo y desembocó en una crítica desde el psicoanálisis con respecto al concepto de αταραξία, que es homologable al nirvana propuesto por Freud, donde se hace evidente la pulsión de muerte del individuo.
De esta manera se develó que más allá de que Epicuro redujo el miedo a la muerte y a los dioses por medio de una explicación atomista física (παρενκλεσίς), su propia teoría se volvió ambivalente, ya que se autorizaban algunos placeres pero el verdadero impulso de la ética era thanático, donde la felicidad, la serenidad del alma, se evidencia como una pulsión de muerte, ya que el objetivo es escapar a estímulos en nuestra atracción.
Arribado a este punto, nos podemos preguntar qué sucede en la actualidad, donde se plantea la resignación inconsciente de los sujetos post-modernos ante la falsa conciencia que reduce la libertad a una emancipación espiritual, desecha la sensualidad y fomenta el “consumo saludable”, excluyendo la transformación del orden establecido, captándolo en su individualidad y fomentando la competitividad productiva.
El hedonismo epicúreo tomado por autores modernos comenzó como denuncia del logo-centrismo y terminó entrampado en el sistema mercantilista actual, que afianzó una cosificación de objetos y sujetos:
“La sociedad logocentrica enfatizó en la necesidad de orden social y sacrificó la libertad y expansión de aptitudes, capacidades y deseos humanos. Según Marcuse, el hedonismo es su contrapunto. Pero, como esta corriente considera que la felicidad es algo exclusivamente subjetivo, que sólo vale el interés particular, encuentra puntos en común con el individualismo de mercado”

Las democracias modernas que sostienen este sistema mercantil, se transformó en hedonista, donde se naturalizó el placer como algo dado en sí mismo, donde se borró la relación racional entre producción y consumo, entre trabajo y gozo y se trasladó el goce a la esfera del consumo “saludable”. En este sentido, Slavoj Žižek explica los sujetos post-modernos rechazan las grandes metas y se dedican a sobrevivir colmados de placeres cada vez más refinados y estimulados en forma artificial:
“¿Qué pasó con nosotros? ¿Qué salió mal? Cualquier lector atento del Marqués de Sade no puede dejar de notar la paradoja que surge cuando la afirmación sin restricciones de la sexualidad sadeana la convierte en un ejercicio mecánico carente de auténtica pasión sensual. Y cabría preguntarse si acaso no es fácilmente discernible una inversión similar en el callejón sin salida de los Últimos Hombres de hoy, los individuos “posmodernos” que rechazan las grandes metas y se dedican a sobrevivir colmados de placeres cada vez más refinados y estimulados en forma artificial. Si las antiguas sociedades jerárquicas oprimieron las fuerzas vitales a través de sus rígidos sistemas ideológicos y del aparato del Estado que los impusieron, las sociedades de hoy están perdiendo su vitalidad por medio de su hedonismo demasiado permisivo: todo está permitido, aunque descafeinado y despojado de su esencia.”
Así como se pasó de las pequeñas polis al Imperio, la historia se reprodujo en mayor escala con el paso de los pequeños estados a la globalización, que borró las fronteras y forzó a sugerir nuevas éticas, donde el hedonismo fue apropiado por el mismo sistema, que banalizó las relaciones, desestimó los vínculos y desalentó la participación, generando nuevos productos políticamente correctos y saludables que llevan a una tranquilidad del alma similar a la epicúrea mediante la reproducción mecánica de la sexualidad y el consumo, elementos de fuga que no permiten al sujeto moderno transformar lo dado y permitirse reencontrase con sus verdaderos objetos de deseo.

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