miércoles, 16 de junio de 2010

Kant y su antropología en sentido pragmático

Introducción
Antropología en el sentido pragmático, es una obra que corresponde al período crítico de Immanuel Kant y según cuenta Foucault (Una lectura de Kant), antes de ser redactado, el texto había sido leído en clases durante 30 años.
El trabajo se divide en dos partes: el desarrollo del modo de conocer, donde se explica cómo el sujeto se representa una relación y la antropología pragmática.
Kant explica que los modos sensibles y del entendimiento son formas de conocer, pero aclara que es éste último es considerada como la facultad de conocer en general. Así, el entendimiento se opone a la intuición sensible, “al punto que de que la imaginación como poder de reproducción está ligada a la productividad originaria e ineludible de la intuición sensible . Además, explica cuáles considera que son las enfermedades del hombre en cuanto a la facultad de conocer: la producida por la alienación (hipocondría), por lo que el sujeto hace quimeras; el delirio, que afecta al juicio, como en el melancólico; y la demencia que deteriora a la razón en lo concerniente a los juicios.
En la segunda parte, Kant, desarrolló características antropológicas, que son fragmentos de temas relacionados con la raza, las relaciones entre hombres y mujeres, el carácter del hombre y la descripción del carácter de la especie humana.
Antropología en el sentido pragmático
III .El hombre puede representar su ‘yo’, sin embargo en su niñez no reúne experiencias porque las percepciones aún son dispersas y no están reunidas bajo el concepto de objeto.
Es así que desde que el hombre expresa su ‘yo’ y es consciente de las propias representaciones (atención y abstracción) éste logra abstraer algo, una determinación del objeto de la representación con lo que la representación consigue la universalidad del concepto, recibida en el entendimiento.
Sin embargo, darse cuenta de sí, no es todavía observarse a sí mismo, proceso que es una síntesis metódica de las percepciones adquiridas de nosotros mismos.
II. Cuando el hombre expresa su ‘yo’, lo saca a relucir donde puede, lo que habilita el progreso del egoísmo de un modo patente encubierto y puede tener tres clases de arrogancias: entendimiento (lógico), del sujeto (estético) o práctico (egoísta moral):

“El egoísmo puede encerrar tres clases de arrogancias: las del entendimiento, las del gusto y las del interés práctico, esto es, puede ser lógico, estético o práctico” .

El lógico tiene por innecesario contrastar el propio juicio apelando al entendimiento de las demás; el estético le basta su propio gusto, por malo que los demás puedan encontrar o por mucho que puedan consensuar; el moral es el que reduce todos los fines a sí mismo, que no ve más provecho que lo que hay en lo que le aprovecha.
En ese sentido, Kant aclara que al egoísmo sólo puede el pluralismo, donde el sujeto se reconozca como ciudadano del mundo:

“Al egoísmo sólo puede oponérsele el pluralismo, esto es, aquel modo de pensar que consiste en no considerarse ni conducirse como encerrado en el propio yo el mundo entero, sino como un simple ciudadano del mundo. –Esto es lo que pertenece sobre éste asunto a la Antropología” .

III. La conciencia de las propias representaciones, Kan la denomina claridad, que es la facultad que basta para diferenciar un objeto de otro y aquella resulta clara la composición de las representaciones, que es definida como distinción, que es la que hace de una suma de representaciones un conocimiento. En tanto que para juzgar a los hombres por su facultad de conocer, Kant los dividió en dos grupos: a quienes se le atribuye el sentido común, que conocen reglas de aplicación en concreto, y los hombres de ciencia, quienes las conocen por ellas mismas, antes de su aplicación.

Conjunción de la dicotomía sensibilidad-entendimiento
El conocimiento encierra en sí el estado de representación en la mente que puede ser de dos formas: activo o pasivo, la conjunción de de ambas se denomina facultad de conocer, que une o separa representaciones:

“Las representaciones con respecto a las cales la mente se conduce pasivamente, o sea, por las cuales es afectado el sujeto (que puede afectarse a sí mismo o ser afectado por un objeto) pertenecen a la facultad del conocimiento sensible, mientras que aquellas que encierran un mero hacer (el pensar) pertenecen a la del conocimiento intelectual”

Es así que la experiencia interna es pasiva, propia del sentido interno de las sensaciones, como un inventario de todas las percepciones internas sometidas a leyes naturales y la espontaneidad que es propia a la apercepción, la pura conciencia de la acción que constituye el pensar, pertenece a la lógica, que es el sistema de reglas del entendimiento, sin embargo no hay superioridad de una sobre otra:

“[…]la interna no menos que la externa, se limita a ser un conocimiento de los objetos en la forma en que se nos aparecen, no según son (considerados por sí solos). Pues no se debe a la naturaleza del objeto de la representación, sino a la del sujeto y su receptividad, la índole de la intuición sensible a que sigue el pensar el objeto (el concepto de éste)”

Pero la estructura formal de la receptividad debe ser tomada como intuición a priori, debe ser una intuición sensible que subsista aun cuando se deje a un lado todo lo empírico.
Como la experiencia es un conocimiento empírico, la reflexión, la conciencia de la actividad sintetiza lo múltiple de la representación según una regla de unidad: el concepto y el pensar general que se divide en: conciencia discursiva e intuitiva:

“El yo de la reflexión no encierra en sí nada múltiple y es en todos los juicios siempre uno y el mismo, porque es meramente este elemento formal de la conciencia, mientras que, por el contrario, la experiencia interna encierra el elemento material de la conciencia y la multiplicidad de la intuición empírica interna, el yo de la aprehensión (por consiguiente una apercepción empírica”.

Así, el conocimiento del hombre debe empezar por los fenómenos observados en sí y pasar a afirmar las proposiciones que afectan a la naturaleza humana, a la experiencia interna.

Apología de la sensibilidad
Kant asegura que es un prejuicio la actitud de algunos de desestimar el conocimiento sensible y en este sentido, reivindica el rol de los sentidos, ya que explica que los sentidos no confunde, ya que son fenómenos internos y es el entendimiento quien los une conforme a una regla del pensar que ordena lo múltiple y constituye el conocimiento empírico: una experiencia.
En segundo lugar, el alemán aclara que no son los sentidos los que mandan sobre el entendimiento, sino que se limitan a ofrecerse al entendimiento para que él disponga de ellos en su servicio.
Además, refuerza la tesis de que los sentidos no engañan porque los sentidos no juzgan, razón por la que el error pesa siempre exclusivamente sobre el entendimiento .
Desestimado los prejuicios, Kant explica que la sensibilidad en la facultad de conocer encierra dos partes: el sentido y la imaginación:

“El primero es la facultad de la intuición en presencia del objeto; la segunda en ausencia de éste”.

Asimismo, los sentidos se dividen en externos, que afectan al cuerpo humano con cosas externas e internos, que son una facultad de percibir. Es decir que los sentidos pueden dividirse en sensación corporal y la orgánica.
En tanto que la facultad de la imaginación, es la facultad de tener intuiciones sin la presencia del objeto (productiva, que represente originalmente el objeto) o reproductiva, (, evocadora, derivada, que devuelve al espíritu una intuición empírica anteriormente tenida):

“La imaginación, en cuanto produce involuntariamente imágenes, se llama fantasía. El que se ha habituado a tomar estas imágenes por experiencias (internas o externas), es un fantaseador”.

Sin embargo, la fantasía productiva no es creadora, porque no es capaz de producir una representación sensible que no haya sido dada en la facultad de sentir, sino que siempre se puede mostrar la materia con que produce. La originalidad de la imaginación cuando concuerda con conceptos se llama genio, sino concuerda es definida como delirio.
Además, explica que existen distintas especies de imaginación productiva: la plástica de la intuición en el espacio, la imaginación asociativa de la intuición en el tiempo y la de la afinidad nacida de la común descendencia de las representaciones unas de otras .
La imaginación plástica antes que el artista pueda exponerla como una figura corpórea, tiene que haberla acabado en su imaginación, y esta figura es entonces una ficción que, cuando es involuntaria se dice fantasía y no pertenece al artista. El juego de la fantasía con el hombre son los sueños y tiene también lugar en el estado de salud:

“El sueño, como relajación de toda facultad de percepciones externas y principalmente de movimientos voluntarios, parece necesario a todos los animales, e incluso a las planta”.

Así, Kant asegura que el soñar es una disposición de la naturaleza para excitar la fuerza vital mediante las emociones que se refieren a acontecimientos involuntariamente fingidos, a pesar de que están suspendidos los movimientos fundamentales en el albedrío, pero aclara que no hay que tomar la historia soñada como revelación de un mundo invisible.
En tanto la imaginación por afinidad es la unión nacida de la descendencia de varias cosas de un mismo principio.

Por medio de la imaginación, el sujeto también tiene la facultad de representarse lo pasado y futuro:

“La facultad de representarse de propósito lo pasado es la facultad de recordar, y la facultad de representarse algo como futuro, la facultad de prever. Ambas se fundan, en cuanto sensibles, en la asociación de las representaciones del estado pasado y futuro del sujeto con el presente[…]”

De esta manera se pueden enlazar percepciones de lo que ya no es con lo que todavía no es. Sin embargo, aquí la memoria se diferencia de la imaginación meramente reproductiva, ya que puede reproducir meramente la representación pasada, por lo que el espíritu no es un juguete de aquella.
Sin embargo, el memorar, aclara Kant puede ser: mecánico, como repetición literal y frecuente; el ingenioso, que grava en la memoria ciertas representaciones asociándolas a otras que en sí no tienen ningún parentesco; o juicioso, que es una tabla de la división de un sistema, en el que el pensamiento puede encontrarse de nuevo enumerando los miembros obtenidos. Más allá de esta descripción minuciosa, el autor alemán aclara que no existe el arte de la memoria en forma teórica y general .

La facultad de conocer fundada en el entendimiento
Kant explica que mientras que las intuiciones puras sólo encierran lo individual de los objetos, la de los conceptos encierra lo universal de las representaciones de los objetos, la regla que tiene que subordinarse el contenido múltiple de las intuiciones sensibles, para producir la unidad que lleve al conocimiento del objeto:

“El entendimiento o facultad de pensar (de representarse algo por medio de conceptos) llámese también la facultad superior de conocer (a diferencia de la sensibilidad o facultad inferior) […]” .

Pero el significante entendimiento posee una significación particular y se lo subordina como miembro de una de una división en la significación más general que compone la facultad de conocer del entendimiento, el juicio y la razón, que pertenecen al alma sana. Es así que el entendimiento justo es aquel que puede adecuar los conceptos al objeto, a la aprehensión de verdad; en tanto el juicio considera los casos posibles y discurre las reglas mismas a ellos, que poseen razón, por lo que es la facultad que sólo se dirige a lo factible, a lo adecuado y conveniente; en tanto la razón es la facultad de derivar de lo universal a lo particular:

“Si el entendimiento es la facultad de las reglas, el juicio la facultad de descubrir lo particular como caso de esas reglas, la razón es la facultad de derivar de lo universal a lo particular y de representarse esto último según principios y como necesario” .

De este modo, la extensión de toda la facultad del conocimiento se basa en un entendimiento justo, un juicio ejercitado y una razón profunda. Delineada la facultad de conocer fundada en el entendimiento, Kant desarrolla lo que para él son las enfermedades del alma respecto a la facultad de conocer, que se dividen en dos grandes grupos: la hipocondría y la otra es la manía:

“En la primera, el enfermo es perfectamente conciente de que el curso de sus pensamientos no va bien, ya que para dirigir su marcha, detenerla o impulsarla no tiene su razón suficiente poder sobre sí misma. […]La segunda es un curso arbitrario de los pensamientos, que tiene su regla propia (subjetiva), pero que es contrario al concordante con las leyes de la experiencia (objetivo)” .

Así, en el hipocondríaco se intensifican o se hacen persistentes los sentimientos de ciertas impresiones locales, prestando atención a ellas; son males corporales generados por imaginaciones, donde el paciente es conciente de ello:

“El hipocondríaco es un cazador de grillos (fantaseador) de las más lamentable especie: obstinado en no dejar de hablar de sus imaginaciones, y corriendo siempre detrás del médico, que tiene en él su pesadilla y no puede tranquilizarle de otro modo que a un niño (con píldoras de miga de pan en vez de medicinas” .

En tanto, el delirio Kant lo define como una enfermedad corporal, que necesita tratamiento (prescripciones médicas), pero aclara que el delirante que no es definido como tal por sus ataques morbosos es definido como loco:

“El delirio del que se halla despierto, pero en estado febril, es una enfermedad corporal y necesaria de prescripciones médicas. Sólo el delirante en que el médico no percibe estos ataques morbosos […]” .

En tanto, la locura la divide en: tumultuosa, metódica y sistemática. La amencia es la incapacidad de poner las representaciones en la conexión necesaria siquiera para que sea posible la experiencia; la demencia es una perturbación mental en la que todo lo que refiere el loco es conforme a las leyes formales del pensar, que hacen posible una experiencia, pero por causa de una falsa imaginación plástica, se tiene por percepciones representaciones facticias; en tanto la insania, es un juicio perturbado, con lo que la mente es engañada por analogías que se confunden con conceptos de cosas semejantes entre sí, por lo que se enlazan cosas incongruentes.

Lo sublime y el gusto
Kant explica que hay un placer sensible, que es por medio del sentido, del deleite y uno intelectual, que se constituye por medio de conceptos expresables o por ideas. Es así que lo sublime, se presenta como lo contrario a lo bello, porque la tendencia y el intento a elevarse a la aprehensión del objeto, despierta en el sujeto un sentimiento de su propia grandeza y fuerza, mientras que la representación intelectual de lo sublime en la descripción debe ser siempre bella.
Sin embargo, lo sublime no es un objeto del gusto, sino del sentimiento de conmoverse, pero debe ser bello, porque sino se vuelve contra el gusto, que es un sentido formal, que tiende a la comunicación de su sentimiento de placer o displacer.


Postura de Kant respecto a las emociones
El filosofo, señala que las emociones fueron dispuestas por la naturaleza, pero aclara que la emoción es ininteligente y se hace incapaz de perseguir su propio fin, por lo que sería imprudente dejarla surgir en sí, consecuentemente la razón debe prevalecer sobre ellas:

“[…]Sin embargo, puede la razón, con la representación del bien moral por medio del enlace de sus ideas con intuiciones (ejemplos) que les sirvan de base, provocar una avivación de la voluntad” .

Kant explica que es la falta de reflexión sobre un sentimiento con la suma de los sentimientos, lo que constituye el estado de la emoción.
Es así que Kant diferencia las diversas emociones, ya que el los sentimientos que impulsan al sujeto a permanecer o abandonar un estado agradable o desagradable, son síntomas que pueden dividirse en dos grupos: esténicas o preocedentes de la fuerza y las asténicas o procedentes de la debilidad. Así la alegría, la risa, el llanto, la vergüenza, la valentía, el espanto y la cobardía, son emociones que a las que se somete el alma.
Además existen las pasiones que pueden ser innatas o culturales (adquiridas):

“En las pasiones del primer género son la inclinación a la libertad y la inclinación sexual, ambas unidad con la emoción. Las del segundo género son el afán de honores, el afán de dominación y el afán de poseer, que no van unidos a la impetuosidad de una emoción, sino a la perseverancia de una máxima dirigida a ciertos fines”.




Comentarios sueltos
Según explica Foucault la Antropología Kant desarrolla brevemente el texto sobre las razas en su obra, pero el autor francés aclara que éste es una continuación del Ensayo sobre las razas (1775), donde el autor alemán concedió un lugar importante a la Antropología para la organización del saber.
Foucault señala que la antropología se convertirá más tarde en un conocimiento del hombre que posee dos caracteres específicos: debe proporcionar a las aptitudes y conocimiento adquiridos el elemento pragmático y los dominios en lo que se ejercita el saber (naturaleza y hombre) no deben ser tomados como anotaciones “rapsódicas”, sino que tiene que se tomados de una manera cosmológica .
En cuanto a las apreciaciones que Kant realiza sobre la mujer y su relación con el hombre, el autor alemán desarrolla una serie de premisas que respondieron a su época y en éste sentido el autor no pudo romper críticamente con mandatos patriarcales naturalizados en esa sociedad.

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